martes, 4 de febrero de 2014

Antes muerto que sencillo (I)


Mi madre siempre me decía: "Así no sales a la calle conmigo". Creo que me estaba preparando para lo que estaba al caer años después: una novia blogger; efectivamente. Hace un par de años, cuando era uno de los solteros menos cotizados de la capital, establecí una serie de reglas (o supuestos) en cuanto a las pintas con las que podía salir a la calle:

a) Si voy a una cena formal, voy arreglado.
b) Si voy a una cena informal, voy arregladillo.
a) Si voy a tomarme unas cañas con amigos y amigas, voy decente.
b) Si voy a tomarme unas cañas a Casa Manolo con mi amigo Gabri, voy como me pille.
c) Si voy al súper, no hay reglas.
d) Si voy al súper un domingo, posiblemente si me ves, prefieras cruzarte de acera.

Pero todo esto de pronto un día cambió. Y no digo que mi novia me lleve a todos lados hecho un pincel, cosa que agradezco (de hecho no sé cómo he podido vivir 27 años combinando el marrón y el negro sin ruborizarme) sino que estamos llegando a unos extremos alarmantes.

Yo siempre estuve a favor de La ley del abrigo: da igual lo mal vestido que vayas, que un buen abrigo lo tapa todo. Realmente es una variación de La Ley del Jersey: nada mejor que uno para camisas de planchado rebelde (o para vagos de manual como yo). El caso es que mi novia ni siquiera me dejó ir al súper con mi trenca XXL. Vaya que nos crucemos con Paula Echevarría o algún cool hunter...

El caso es que las reglas han cambiado... pero dan para otro post, así que os lo cuento otro día.

(*Kortajarena es de los míos. Éste no es de planchar camisas)

Feliz martes!

1 comentario:

  1. ¡Qué grande eres! Me he reído un buen rato leyendo tus posts. Espero uno en el que hables de los crop tops y los petos y otras cosas que no deberían exisitir.

    : )

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